Los pequeños caballos del viento, de Anne-Catherine De Boel (textos e ilustraciones) y Rafael Ros (traducción). Barcelona, Corimbo, 2009. Cartoné, 26 x 28 cm., 48 pp.
Dolma, la niña protagonista de este cuento quiere ir a lanzar los caballos del viento ( papeles donde ha escrito sus deseos) a una montaña sagrada, en su viaje se encontrará con diferentes personajes, unos la ayudarán, otros no; pero conoceremos palabras y tradiciones de la cultura del Tibet en este viaje con final feliz y disfrutaremos con unas ilustraciones llenas de emoción.
Hoy ha fallecido en su casa de Mazcuerras (Cantabria) la escritora Josefina Aldecoa, nacida en León, hace unos años se publicó esta entrevista en la revista eroski consumer, sirva esta reseña de su único libro infantil, dedicado a su hija Susana como un pequeño homenaje para esta gran mujer.
CUENTO PARA SUSANA
ALDECOA, JOSEFINA R.
EDICIONES ALFAGUARA, S.A. - GRUPO SANTILLANA
Literatura infantil de 5 a 8 años
La protagonista y narradora de este relato nació en una preciosa casita perdida en las montañas de León. Entonces no había televisión ni ordenadores, ni videoconsolas o juguetes sofisticados... Sin embargo, otras muchas cosas entretenían y dirigían el ritmo de su vida: la huerta, la preparación de la mermelada, la libertad de vivir en el campo, los animales domésticos y los salvajes... Con unos pocos amigos y mucha imaginación, la diversión estaba asegurada.
"Delante del mesón estaba la era de los vecinos. En verano trillábamos. Yo me ponía un sombrero grande de paja y un pañuelo blanco para que no me entraran las pajillas por el cuello. Me sentaba en el trillo, al lado del botijo, y daba vueltas y vueltas sobre el tosco trineo de madera desgastada que avanzaba lento, pesado, machacando espigas, separando el grano de la paja. Hacía mucho calor y, después de trillar durante un rato, nos bañábamos en el río. Tú nunca te has bañado en un río, por eso no sabes lo divertido, lo arriesgado que es. Debajo de cada piedra pueden encontrarse sorpresas. Por ejemplo, un cangrejo torpón que se puede coger con cuidado para luego cocerlo en casa y esperar a que se ponga rojo. Y también hay culebras de agua, que no hacen nada pero que asustan, y tritones, y peces pequeños, cuyo nombre no sabíamos, y animales que están en sus dominios entre el cieno del fondo y las espadañas de la orilla y que se alteran cuando se les invade.
El soto de las orillas del río olía a madreselvas y a humedad. Era fresco, intensamente verde, y en él crecían lirios salvajes y zarzamoras. De vez en cuando aparecían babosas negras y brillantes en el agua que corría semioculta por la maleza. El río era el gran atractivo del verano.
Y las fiestas. En todos los pueblos había fiestas. Romerías a ermitas con ‘santos patronos y patronas. Prados llenos de tenderetes, con rosquillas del santo, zarzaparilla, gaseosa. Bailes al son del tamboril. La fiesta que más me gustaba era la de la noche de San Juan, el 24 de junio, una noche caliente y esplendorosa, que era como la verdadera inauguración del verano.
Cerca de nuestra casa estaba la Peña del Asno, una montaña rematada por una gran roca en forma de cabeza de asno. La víspera de San Juan, antes de amanecer, se encendían hogueras en los montes de los alrededores; las encendían los jóvenes y los niños de los pueblos cercanos. Nosotros hacíamos la nuestra en la Peña del Asno. Subíamos en las últimas horas de la noche, antes de salir el sol. Encendíamos la hoguera y recogíamos el trébol. Cantábamos:
A coger el trébole, el trébole, el trabóle, a coger el trébole la noche de San Juan
Nuestra hoguera pertenecía a mis tíos y a los vecinos de la Venta; año tras año se encendía. Recuerdo el último San Juan. Y recuerdo muy bien el último verano.
Luego, cuando amanecía, entre cantos y risas, hacíamos el chocolate en la hoguera y lo repartíamos en las tazas que con esfuerzo habían transportado los mayores hasta la pradera en la cima de la peña."
El miércoles pasado nos dejamos cautivar en nuestro taller por las bellas ilustraciones de este viaje de la pequeña esquimal Miki a las profundiades del mar, con sus amigos el pingüino y el oso polar.Ed. Beascoa. El autor Stephen Mackey, además de escritor e ilustrador, músico, tiene algunos cortos de animación interesantes.
“Me llamo Yoon”, escrito por Helen Recorvits e ilustrado por Gabi Swiatkowska; cuenta la historia de Yoon, cuyo nombre coreano significa sabiduría resplandeciente.
Yoon es una niña emigrante que ha llegado al Occidente. La niña va a la escuela, pero no se adapta, ni le gusta. No quiere aprender a escribir su nombre en otro idioma (inglés), ni entiende las palabras. Además se siente sola porque no tiene amigos. Tiene la esperanza de volver a Corea, hasta que poco a poco fue comprendiendo que no es tan malo estar en un lugar fuera de su patria.
Las hermosas ilustraciones de fuerte colorido van a la par de un texto poético que muestra la vida de Yoon y todo el mundo que ella imagina. Aunque Yoon cuenta con el apoyo y la comprensión de sus padres se le hace muy difícil el proceso de adaptarse a otra cultura.
Este cuento nos invita a pensar:
·En sus amigos de diferentes países. ¿Qué los hace especiales?
·Si es divertido tener amigos de diferentes lugares. ¿Por qué? ¿Aprendes nuevos juegos? ¿Puedes probar comidas diferentes?
·Si tienes amigos de otros países, ¿En qué se parecen a ti? ¿En qué se diferencian?
·¿Eres un amiguito que viene de otro país? (crear la curiosidad y la intriga de los demás por conocer a este(a) niño(a).
·¿cómo te sentirías si fueras tu quien te tuvieras que mudar a otro país? ¿Qué cosas te gustaría que pasaran? ¿Qué cosas no te gustaría que pasaran?
Esta historia transcurre en China,
hace mucho, mucho tiempo.
Una noche de invierno, el maestro Yang,
un gran sabio, adopta a un niño huérfano
y decide encargarse de su educación.
Chen Jiang-Hong, pintor de origen chino, nació en 1963. Se formó en bellas artes en Pekín. Reside y trabaja en París desde 1987. Su obra está expuesta en Francia y en el extranjero. Para sus ilustraciones utiliza una técnica tradicional con tinta china sobre papel de arroz.
En algún lugar de China es un álbum infantil ilustrado que cuenta una historia, en clave de leyenda, en la que unos pájaros muy especiales vuelan por todo el mundo buscando unos padres para cada niño a los que unen con la ayuda de un hilo rojo.
Más de la mitad de los niños que permanecen en los orfanatos chinos padecen algún tipo de trastorno de salud que impide su correcto desarrollo y cuyo tratamiento el orfanato no puede costear. Para estos niños, la esperanza de encontrar una familia se vuelve remota y la supervivencia diaria, casi imposible, según la Asociación de Familias Adoptantes en China (Afac), .
Con el dinero procedente de la venta de este cuento, Afac financiará operaciones quirúrgicas que permitirán curar diferentes patologías (cardiopatías, tumores espinales, atresia anal o labio leporino) sufridas por los niños y niñas residentes en los orfanatos de la provincia de Gansu, al norte de China.